Imagínese que usted me invita a comer, digamos que a su casa.
Imagínese que apenas le confirmo que voy a visitarlo, usted toma un tiempo prudente para planear el menú.
Imagínese, ahora, que me recibe a la hora señalada (tal vez yo llegue un poco retrasado por culpa del tráfico), y nos sentemos juntos a la mesa a disfrutar de los manjares y delicias que usted de antemano a seleccionado para esta ocasión.
Ahora, ya que estamos en confianza - porque eso hace la comida entre desconocidos - podemos hablar de las cosas que nos inquietan. De esos temas que nos rondan la cabeza y que como buen zancudo melgareño, no nos deja dormir tranquilos. Y es allí, alrededor de la comida que compartimos nuestras ideas, debatimos con argumentos y brindamos por la amistad que ha nacido.
Eso es la Cuchara-cha, es la lista de correo en la que me siento a su mesa cada semana y hablamos del acto sublime de dar energía a nuestros cuerpos con comida. También hablamos de cómo la tecnología nos hace mejores (o peores) comensales, y por último de cómo el ser humano, es decir usted y yo, nos vemos influenciados por lo que comemos.
Lo invito a que me escriba de vuelta a esta lista si tiene comentarios o inquietudes, y sepa que siempre estaré dispuesto a volver a su casa, sentarme a su mesa y compartir otra deliciosa conversación sobre lo que comemos.