Me gusta escribir cartas, correos electrónicos y similares.
Sin buscarlo, terminé recorriendo los pasillos de
Slowly, una red social para amigos por correspondencia, con el objetivo de practicar mis lenguas extranjeras, aunque principalmente escribo en español, inglés y portugués —ya caerán más—.
Por azar me topé con un ejercicio de escritura en un artículo. Si bien no es novedad —ya me lo habían sugerido en otras ocasiones—, esta vez la sugerencia me vendió muy bien la idea, así que lo anoté en mi infinita lista de pendientes. Hoy, cuando escribo esto, ha sido particularmente un día laboralmente complejo, por decir lo menos, en el cual mi cabecita no me da tregua cuestionando a granel.
—¿Qué pinche necesidad de estar aguantando?
Todo se reduce al miedo. Simple, patético y desabrido miedo. En esa convergencia de situaciones y emociones, regresé a rescatar lo anotado en mi lista y acepté la sugerencia del escritor: me escribí un correo electrónico a mi yo del futuro. Lo programé para que dentro de un año me lea y coteje a mí mismo.
—“Mi mí mismo del futuro”, —leeré en el estúpido encabezado cuando me llegue el correo.
No fue un correo fácil de escribir, ya que describo con fina crudeza la realidad laboral que me rodea y cuestiono qué es lo que me tiene amarrado al pan duro pero seguro. Esa red de seguridad que se siente más como bola y grillete amarrado al tobillo mientras desciendo con singular alegría al fondo de un estanque de aguas negras.
*Glu. Glu. Glu.
También repasé las metas que me establecí para este 2022, en una mezcla de coquetos propósitos de año nuevo y tienes-que-terminar-estos-proyectos, ¡carajo!
El ejercicio garantiza que olvidaré el correo. Sí lo creo. Lo que no debo olvidar es el trabajo que debo concretar este año para, dentro de un año, no leerme en las mismas malditas circunstancias.
—Más te vale, —me auto-amenazo.
Me causa/causo gracia. De esa que sabe más a café con risa incómoda, que a arrojar agua por la nariz por las carcajadas. También me resulta curioso cómo empiezo las primeras líneas de esta reflexión con un tejido en mente y termino con una bola de estambre toda mal enredada. Por lo que el tema que iba de la mano de este, tendrá que esperar hasta la próxima entrega.
Dentro de un año retomo ésta. Sin albur.
Todos los derechos reservados © 2022 - Juan Carlos Pelayo Santos