La foto de la semana, a nuestro humilde entender, es la sonrisa de Messi en el Hernando Siles. No necesariamente las victorias de la selección, muy bien retratadas en los análisis de Lucas Jimenez
“A vos te gusta el 4-4” y
“La renovación de la Alegría”, sino la felicidad generada por un equipo que superó las expectativas y que tiene una vez más como líder al mejor del mundo.
Esa misma expresión facial alegre es la del gran LeBron James, que ganó su cuarto anillo de NBA en la última semana con los Lakers de Los Ángeles. En la nota de Santiago Núñez
“El más grande ¿a quién le importa?”, preferimos disfrutar antes que compararlo en el Olimpo a “King James”, que se destacó esta temporada también por haber luchado fuera de la cancha contra la represión, como supo retratar Sebastián Chittadini en
“LeBron desencadenado". Y como la sonrisa también es lucha, esa pelea en apoyo a la comunidad afrodescendiente hizo recordar al Black Power, símbolo de los Juegos Olímpicos de México 1968, que recordó Esteban “Coco” Bedriñan en una nota que pueden ver
aquí. Y si hablamos de “Poder Negro”, como olvidar la huelga encabezada nada más y nada menos que por el “Negro Jefe” Obdulio Varela, recordada en
“Trancando por los derechos”.
La sonrisa, a su vez, se siente (aunque no se vea) con memoria. Así, el recuerdo nos puede hacer subir al cielo a jugar un picado o comer un asado, como expresa Lucas Jimenez en
“Los buenos se van antes”, porque hay sonrisas que duran para siempre . Y como nos suele pasar con el pretérito anhelado, que por ejemplo nos puede traer al presente una gloria deportiva que haya pasado hace más de 30 años, Gabriel Rosenbaun sonríe cuando se acuerda de la generación de bronce del vóley, en el podcast que pueden escuchar en Spotify
aquí.
Esa misma sonrisa también se siente porque falta, como le pasa al protagonista del tercer capítulo de la novela por entregas
“El Cazador” o porque es eterna, como le pasa a la Chile futbolera en el duodécimo aniversario del día en el que le ganaron a Argentina con una jugada determinada y determinante, que recuerda Gonzalo Bressan Otegui en
“Un paso adelante, un paso atrás”. La sonrisa también se anhela, como un trofeo que cobra vida y sueña con ser testigo directo de ver nada más y nada menos que a Messi, ese que sonrío en La Paz, ser feliz para siempre, como puede leerse en
“Heródoto y el abrazo de oro”. Por otro lado, o en realidad por el mismo, la sonrisa es casi sinónimo literal de las infancias, de los juegos, de un mundo en el que la creación de lo divertido y del arte de jugar nos completa. Algo de eso puede leerse en la nota de Marcelo Calvente titulada
“Fútbol de película: los Torneos Evita, Arsenal de Llavallol y Sacachispas”.
Esa misma mueca de felicidad que nos generó todavía tiene mucho por dar. Hay domingos y domingos. Pero hay un domingo en el que somos testigos de un acto de amor más fuerte que el resto. Que la sonrisa de Messi sea como la de mamá, en su día.
Buen finde de mate y (ojalá) de asado