Sergio Palatto nos cuenta, además, que en Ixcateopan de Cuauhtémoc, en Guerrero, México, “se coloca una veladora adicional para el ánima sola, para [que] quienes ya no tienen quien les ponga un altar, también participen en este encuentro de vivos y muertos”.
Y en Tabio, municipio del departamento de Cundinamarca, en Colombia, Laura Rodríguez Salamanca explica que sucede lo mismo que en Urdinarrain: “Hay misas católicas por el día de todos los santos, pero no hay ninguna celebración especial”.
Es viendo estas diferencias que me pregunto, ¿puede una tradición variar de acuerdo a si se celebra en una capital o en una provincia? ¿Cómo se mantiene esta tradición en el interior? Esta vez no seré yo quien responda, sino Deyvid Molina, antropólogo guatemalteco, investigador del Centro de Estudios de las Culturas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
💀¿De dónde viene esta tradición que celebra la muerte?
En gran parte, de las antiguas culturas y civilizaciones, donde la muerte era concebida de una manera distinta al concepto hebreo-cristiano: los difuntos morían para la vida terrenal, pero continuaban su trayectoria al más allá. Se creía en otra vida después de la muerte, por eso se les honraba como si aún estuvieran con vida. La muerte no era más que una prolongación de la vida, por lo tanto, a los fallecidos se les debía seguir recordando, llevándoles como ofrenda las comidas que les gustaban, así como la música, las flores y otros aspectos.
💀¿Esta tradición puede “sufrir” variaciones de acuerdo a si se celebra en una capital o en una provincia del interior?
Claro que sí. En las comunidades indígenas, por ejemplo, para el caso guatemalteco, esta tradición posee una especial relevancia, ya que a pesar de los cambios sociales y culturales a los que constantemente se ven expuestas, tratan de conservar en gran medida el acervo cultural, esta herencia ancestral concedida. En las comunidades rurales por lo general la mayoría de personas se conocen, hay una cohesión social que permite que las costumbres y tradiciones persistan. No se puede hablar de que permanezcan intactas, sin embargo, conservan gran parte de lo tradicional y ancestral. Por su parte, en las grandes ciudades la vida es más rápida, todo el mundo tiene prisa y también se han visto influenciadas por costumbres de otros países, por ejemplo, el Halloween anglosajón, actividad en la cual se ven involucrados los y las jóvenes. Mientras este sector etario de la población deje de practicar los patrones culturales de las sociedades a las que pertenecen, se corre el riesgo de que las tradiciones desaparezcan o se alteren.
💀¿Cómo se sostiene esta tradición en las provincias del interior?
En el caso de las comunidades mayas, esto se debe en gran parte al respeto y veneración a los antepasados, pero se recalca nuevamente que no es una tradición cien por ciento apegada a lo ancestral, sino que se ha visto afectada por las dinámicas sociales, aunque como comenté, en comunidades rurales que son muy apegadas al tradicionalismo se ha tratado de que sigan conservando su esencia.
En la
edición anterior de Interior Latam comenté que si bien la muerte no sabe de fronteras, la manera de recordar a quienes han muerto varía según el país, pero también según las provincias. Por eso es alucinante descubrir cómo, a través de esta celebración, también se construye un mosaico de identidades culturales diversas, ominosas y surreales desde el interior de nuestros países.
También es maravilloso ver cómo en las grandes ciudades y capitales se retoma esta tradición, a la vez que se visibilizan y revalorizan los saberes y rituales heredados de las comunidades originarias. La primera vez que celebré el Día de Muertos en un lugar así fue en Coyoacán, uno de los barrios más pintorescos y turísticos de Ciudad de México. Fue en noviembre de 2018, justo unos días después de perder a una persona que quise y me quiso muchísimo, una persona a quien no pude despedir por estar a lagos, ríos y mares de distancia.
Entre velas, calaveras, pan de muerto, flores de cempasúchil, papel picado, turistas y el pitido del organillero de fondo, aprendí algo sobre la muerte que me ayudó a verla desde otra perspectiva, diferente a la del dolor y la pérdida. En un momento, mientras caminaba entre tanta gente desconocida pensando que ya no volvería a ver, oír y abrazar a esa persona que tanto quise, leí una frase: “¡Llévate abrazos y besos! Ve, pero no te despidas, pues aquí las despedidas acaban siempre en regresos”.
✍ Florencia Luján (
@flolujan), Coordinadora de
Interior Latam