Retomamos las peripecias de Dionisio Monte, el antihéroe de esta odisea esperpéntica por las calles de un Madrid tragicómico.
‘Dionisio regresó a casa con la sensación agridulce que siempre lo acompañaba después de ver a su padre, la figura fuerte y autoritaria que, para bien o para mal, había sentado las bases de lo que él entendía que es ser un hombre, a quien ahora encontraba tan inseguro y desvalido. Se le rompía el corazón al verlo así, y quisiera poder hacer por él más de lo que hacía, pero ni estaba en situación para ello ni su padre se dejaba; su orgullo de toda la vida le impedía aceptar cualquier ayuda ‒e incluso reconocer que la necesitaba‒, y eso se complicaba ahora con su creciente senilidad, que en vez de dulcificar su carácter parecía haberlo agriado más todavía. […]’
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