Los archiconocidos millennials se quedan atrás. La generación Z, aquellas personas nacidas a partir del año 2000, llegan este curso académico 2018-2019 a las aulas universitarias.
Acostumbrados a encontrar sus respuestas en los vídeos de YouTube, a tener una exposición pública a través de medios digitales que a muchos avergonzaría, a idolatrar a personas que nunca han aparecido en TV o radio, a no consultar demasiado el correo electrónico porque no les ha hecho falta… definitivamente, suponen un relevo generacional.
No significa que estos “nativos digitales” tengan más habilidades digitales o sepan utilizar mejor la tecnología, en absoluto -
de hecho el mito nativo digital como usuario avanzado es eso, un mito- pero sí es cierto que no conocen un mundo en el que una conexión a internet de alta velocidad no haya estado en su mano desde su pubertad. Y eso, sinceramente, cambia bastantes cosas. No olvidemos que hasta el
buscador Google es más viejo que ellos.
Su forma de comunicarse, su predilección a la hora de elegir canales, su percepción de las instituciones y cómo relacionarse con ellas, su proyección personal… son muy distintas a las que nosotros tuvimos al comenzar la carrera.
Las universidades españolas, sin embargo, no parecen haber reaccionado todavía ante este hecho. O, al menos, no con la suficiente energía. En el último lustro, mientras
los Z se convertían en adultos, pocas innovaciones en el ámbito de la comunicación institucional ha habido más allá de las redes sociales y algunas otras acciones muy puntuales. Por cierto, y hablando de esto, que nadie busque a los chicos y chicas de la Generación Z en Facebook:
nunca utilizaron demasiado esa plataforma, tan viejuna a sus ojos.