Pasó otro mes de junio, otro mes internacional del Orgullo LGBT. Aunque en Uruguay lo celebramos en setiembre, es imposible quedar por fuera de los festejos, conmemoraciones, peticiones, protestas y todo tipo de discusiones a nivel internacional, aunque sea a través de las redes sociales. Mi vínculo con la fecha cambia un poco todos los años, porque soy algo más sensata (o estoy un poco más cansada) que la adolescente radicalizada por internet que aprovechaba cualquier oportunidad de armar quilombo en redes o fuera de ellas. Muchas de las cosas que me indignaban hoy me dan gracia. Otras me siguen dando rabia, pero los derechos conquistados y la cantidad de personas que hoy podemos vivir nuestra orientación sexual e identidad de género con alegría y confianza me ponen optimista por el futuro.
Este mes volví a caer en uno de los intereses que me obsesionaban cuando tenía catorce años y estaba empezando a descubrir mi propia bisexualidad: Star Trek. Menos mal que a esa edad no podía tatuarme, porque seguramente hoy tendría en un brazo el principio que predican los vulcanos, la especie de Spock: “Infinita diversidad en infinitas combinaciones”. La frase me fascinaba, porque estaba deslumbrada al haber encontrado tantas personas con experiencias similares a la mía, y tantas otras con vidas totalmente distintas, por la cantidad de voces y discursos diferentes dentro del colectivo, todas las posibilidades que se abrían. La frase me sigue gustando, aunque no todo es todo glitter y arcoíris, y nos queda mucho por recorrer. Por eso, de las cosas que descubrí y revisité este mes, elegí estas cuatro películas que en conjunto abrazan las contradicciones y complejidades de la comunidad, con historias del pasado y del presente, de deseo y de amor, de amistad y compañerismo, de erotismo y ternura, de traición y lealtad.
The Handmaiden (2016), de Park Chan-Wook
Probablemente la más popular de la lista, algo que como fan del nuevo cine coreano me pone muy contenta. Siempre es fascinante experimentar cómo Park Chan-Wook juega con las expectativas en sus películas, pero en este thriller erótico y romántico lo lleva mucho más allá de la trama, para desarrollar una crítica de la mirada masculina y la fetichización de las relaciones lésbicas. En resumen y sin spoilear: lesbianas de época viviendo bajo la consigna “be gay, do crime”. No necesito nada más.
Querelle (1982), de R. W. Fassbinder
Esta fue la última película que dirigió Fassbinder, y, honestamente, no se me ocurre una mejor película para hacer antes de morir. Querelle explora las masculinidades de sus personajes en un mundo rebosante de sexualidad y homoerotismo, cargado de símbolos e intertextualidad con obras fundamentales de arte y cultura gay, que simplemente no se agota jamás. No quiero decir demasiado porque considero que esta es una de esas películas para ver con la menor cantidad de información previa, pero sin dudas es una de las representaciones más fascinantes de lo gay y lo queer en la historia del cine. De solo recordarla ya sé que no voy a parar de cantar “Each man kills the thing he loves” por días.
Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), de Pedro Almodóvar
La primera película de Almodóvar, filmada en una España recién salida del franquismo, trata muchos de los temas que desarrollaría en el resto de su obra pero de forma mucho menos pulida y mucho más punk. Es camp, es queer, es grosera y a la vez muy tierna, es extremadamente provocadora, pero sin tomarse demasiado en serio. Bisexuales, lesbianas, gays, punks con camperas de cuero, una cuarentona sadomasoquista, un policía violador, una Carmen Maura que cultiva marihuana en su ventana, una competencia de erecciones, drogas, venganza, sexo, amor, descontrol. Todo esto en ochenta minutos divertidísimos y muy locos.
Tangerine (2015), de Sean Baker
Esta es una de mis películas navideñas favoritas, bastante conocida por la particularidad de haber sido filmada en un par de iPhones 5s. La historia sucede en Los Ángeles, un 24 de diciembre. Sin-Dee Rella es una prostituta trans que sale de la cárcel luego de 28 días en prisión, y gracias a su amiga Alexandra se entera de que su novio proxeneta le fue infiel con una prostituta blanca y cisgénero. De inmediato sale furiosa a buscarlos, encontrándose y desencontrándose con Alexandra, con otras prostitutas del barrio y con clientes frecuentes de ambas en todas sus idas y vueltas. Tangerine es graciosísima (siempre que la veo tengo que pausarla un par de veces para reírme a los gritos), visualmente muy bella, reflexiva e intensa¸ entre el ritmo frenético que marca Sin-Dee en su búsqueda y las subtramas de Alexandra y los personajes secundarios. Lo que más me gusta de Tangerine es que en ningún momento victimiza a sus protagonistas. El vínculo con los cuerpos de ambas no es trágico ni sagrado, simplemente es, existe y se lo reconoce sin ser el centro de la historia. El tono realista de la película no deja de mostrar cómo ser mujeres trans y vivir de la prostitución construye a las protagonistas, sin idealizarlas ni convertirlas en mártires de nadie.