Tengo un ritual cada vez que llego al tren, da igual si es el AVE o el ALVIA. Intento llegar de los primeros al tren para poder tener un hueco para mochila justo encima de mí, una vez conseguido el objetivo, me dispongo con el ritual.
Saco el iPad, la botella de agua y los auriculares con cancelación de ruido. Me acomodo, abro el iPad, pongo algo de música en Spotify y comienzo a escribir o a realizar alguna acción que me distraiga. Ese día, cómo llegué con bastante tiempo de antelación al tren, aproveché para leer las notificaciones de las redes sociales.
En Instagram ya sospeché que algo no iba bien. Algunos me preguntaban si era votante de VOX, otros si trabaja allí o si era afiliado, todo ello con un tono despectivo. No entendía muy bien el porqué hasta que abrí Twitter. Ahí se repitieron las sospechas de que algo no iba bien porque tenía varias notificaciones sin yo publicar nada previamente.
Cuando comienzo a leer las notificaciones, había una captura de pantalla con una de mis Historias de Instagram en un fragmento concreto del vídeo. Era yo grabándome con la cámara delantera hablando de un terminal y de fondo se veía la sede VOX en Bambú (Madrid) mientras iba caminando.
Los comentarios de la captura de pantalla manifestaban que: “¿Es Ricky Fernández un trabajador de VOX saliendo de una sus oficinas?”, ¿De verdad votas a VOX?, se me ha caído un mito, “Pensaba que trabajabas en otro lugar, no en la se de VOX”… y un largo etcétera.