Es interesante que, siendo la octava entrega numerada de la saga Yakuza, todavía le funcione genial la premisa emocional de los lazos. Y es que en todas las entregas de estos juegos al final el tema omnipresente se reduce a que la gente que consideramos o son de nuestras raíces, hay que protegerles. Y eso pasa desde la primera entrega de Playstation 2 cuando pasa lo de Haruka, pasando por el tema zainichi del 2 hasta este Like a Dragon. En esta última entrega esa solución narrativa, cómo no, no ha querido faltar a su cita. De hecho lleva al extremo esto mismo hasta límites que incluso a mí me ha parecido demasiado exagerado dentro de la saga, que ya es decir (aunque se lo perdono).
Pero tampoco quiero extenderme mucho, porque de hecho me gustaría redactar algo interesante sobre esta obra que demuestra que Sega está en forma y que nunca ha perdido el toque de locura que pilla a los usuarios de manera desprevenida. Digo esto porque no tenían prácticamente ninguna necesidad de cambiar el sistema de combate a un JRPG por turnos. Pero lo mejor es que encima les sale bien la jugada. Vamos, que es un genial exponente del género.
De hecho Yakuza Like a Dragon recoge muchísimas influencias de juegos como Dragon Quest, Pokémon o incluso Persona. Pero personalmente y principalmente me ha dado la impresión que esta entrega bebe sobretodo de la saga Mother, una serie de títulos que también readaptaron lo que sería Dragon Quest pero llevándolo a una ambientación más “terrenal”. Y en ese sentido Yakuza funciona de manera genial a modo de parodia, no solo del género, también de la sociedad japonesa en general.